Venezuela, tierra de riquezas naturales, paisajes imponentes y gente cálida. Un país que alguna vez se ganó el título de “la Arabia Saudita de América Latina” gracias a sus vastas reservas petroleras. Sin embargo, en las últimas dos décadas, su historia económica ha sido una montaña rusa —más caída que ascenso— marcada por hiperinflación, sanciones, migración masiva y una dolorosa pérdida del poder adquisitivo.
Pero ¿es posible imaginar un futuro económico diferente? ¿Hay razones para la esperanza? En este artículo te invito a explorar, desde una perspectiva crítica pero constructiva, las posibles rutas que puede tomar Venezuela hacia una recuperación económica. Lo haremos con historias reales, datos actuales, y opiniones expertas.
Recuerdo claramente a José, un comerciante de Maracaibo, que me dijo en 2017: “Aquí todo sube menos el ánimo”. Era la época más dura de la hiperinflación, cuando los precios cambiaban en cuestión de horas. Según datos del Fondo Monetario Internacional, Venezuela alcanzó una inflación del 1.000.000% en 2018. Fue uno de los peores colapsos monetarios del mundo moderno.
La economía se contrajo un 80% entre 2013 y 2021, según estimaciones de la BBC, y el salario mínimo no alcanzaba ni para comprar un cartón de huevos. La escasez de productos básicos se convirtió en parte del día a día, y más de 7 millones de venezolanos emigraron buscando mejores oportunidades, según cifras de la OIM.
Pero incluso en ese escenario sombrío, algunos comenzaron a reinventarse. Surgieron negocios en dólares, el uso del bolívar se redujo, y el mercado informal creció. Algunos lo llaman “dolarización de facto”. Y es aquí donde empieza la conversación sobre el futuro.
Desde 2021, ciertos indicadores han mostrado leves señales de estabilización. La inflación bajó considerablemente, y la economía dejó de contraerse tan drásticamente. Incluso hubo un crecimiento del PIB en 2022 cercano al 15%, según datos del Observatorio Venezolano de Finanzas.
Además, la flexibilización de algunos controles estatales permitió un pequeño auge del comercio privado en ciudades como Caracas, Valencia o Lechería. Bodegones repletos de productos importados y pagos móviles en dólares se volvieron comunes. Pero este fenómeno urbano no representa a toda Venezuela, especialmente no a las zonas rurales.
Entonces, ¿qué está ocurriendo realmente?
Muchos expertos lo describen como una economía dual: una parte dolarizada y relativamente dinámica, y otra sumida en la pobreza y la informalidad. El país sigue enfrentando sanciones, un Estado con poco margen fiscal, y una infraestructura deteriorada.
Algunos analistas, como el economista Asdrúbal Oliveros de Ecoanalítica, ven probable un escenario de “crecimiento lento pero sostenido”, impulsado por el sector privado y una política monetaria más disciplinada. Este camino implicaría:
Este modelo requeriría acuerdos políticos internos y posiblemente un alivio de sanciones, como lo ha sugerido el Centro para el Progreso Global.
Si no se logra un consenso político ni se reestructuran las instituciones, Venezuela podría quedar atrapada en un “limbo económico”, donde la informalidad domina, el ingreso real no mejora y el éxodo continúa. Esto mantendría la desigualdad y limitaría cualquier crecimiento estructural.
Un cambio político profundo y consensuado, sumado al regreso del Estado de Derecho, podría atraer rápidamente inversión extranjera y multilaterales como el Banco Mundial. En este contexto, sectores como petróleo, turismo y agricultura podrían despegar con fuerza.
Venezuela posee las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, según la OPEP. La recuperación de la industria petrolera podría significar ingresos significativos. Sin embargo, requiere:
La tierra fértil venezolana y el clima variado hacen del país un candidato ideal para una revolución agrícola. Algunos emprendimientos agroindustriales ya están surgiendo en los Llanos y en el sur del Lago de Maracaibo.
Islas como Margarita, el Parque Nacional Canaima o Los Roques tienen un potencial turístico enorme. Con una mejora en la seguridad, conectividad aérea y servicios, este sector podría generar empleo y divisas, como muestra el caso de República Dominicana.
País | Causa de la crisis | Claves de recuperación | Aplicabilidad a Venezuela |
---|---|---|---|
Argentina (2001) | Default de deuda, inflación | Renegociación de deuda, subsidios focalizados | Parcialmente aplicable |
Zimbabue (2008) | Hiperinflación, expropiaciones | Dolarización, reforma agraria parcial | Coincide con dolarización venezolana |
Irak (2003-2010) | Conflicto bélico, destrucción petrolera | Apoyo internacional, reconstrucción institucional | Potencial similar en petróleo y reconstrucción |
Rusia (1998) | Colapso bancario, deuda | Control de inflación, exportaciones energéticas | Modelo extractivista comparable |
Estos ejemplos muestran que la recuperación es posible, pero siempre requiere voluntad política, estabilidad institucional y planificación técnica.
Conversé recientemente con Mariana, una joven economista que trabaja en la frontera con Colombia. Ella afirma: “En las zonas fronterizas, el comercio binacional ha revitalizado pequeños pueblos. El problema es que el resto del país está descoordinado.”
Según Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, el venezolano ha aprendido a adaptarse al caos: “La economía ha sido secuestrada por la resiliencia ciudadana, más que por la política pública.”
Por otro lado, economistas del Centro de Estudios Latinoamericanos de Harvard ven una oportunidad única si se llega a una transición política: la deuda externa puede reestructurarse, el sector petrolero puede atraer capital, y los migrantes pueden convertirse en inversores si se restablece la confianza.
Aunque muchos cambios dependen del contexto macroeconómico, hay acciones que la población ya está tomando, y que pueden servir de ejemplo:
No es probable que ocurra formalmente debido a la pérdida de soberanía monetaria que implicaría. Sin embargo, la dolarización de facto ya avanza.
Son una herramienta útil para eludir controles y sanciones. Según Chainalysis, Venezuela está entre los países con mayor adopción de criptomonedas en América Latina.
Tiene efectos duales: reduce la presión sobre servicios internos, pero también representa fuga de talento. Sin embargo, las remesas representan un importante ingreso para muchas familias.
Sí, pero requiere inversión en seguridad, infraestructura y promoción internacional. Su potencial es enorme, pero actualmente está subutilizado.
Además del petróleo, destacan la agricultura sustentable, energías renovables, tecnología, y servicios tercerizados.
La economía venezolana está en una encrucijada histórica. Los errores del pasado reciente aún pesan, pero también hay señales de reinvención. Como dice el refrán: no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Pero la recuperación de Venezuela no será automática ni inmediata. Exige decisiones audaces, visión de largo plazo, y un liderazgo capaz de unir a un país fracturado.
Lo más esperanzador es que el talento humano está ahí. Los jóvenes emprenden, los migrantes envían remesas, y la ciudadanía sigue buscando soluciones en medio de la adversidad. Si se logra combinar esa energía social con reformas estructurales y apertura al mundo, Venezuela puede no solo sanar, sino prosperar.
El futuro económico del país dependerá, en última instancia, no solo del petróleo ni de los mercados globales, sino de la capacidad de sus propios ciudadanos —dentro y fuera del país— para imaginar, construir y defender un nuevo modelo económico. Porque reconstruir Venezuela no es solo una necesidad: es una posibilidad.
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